Thursday, September 07, 2017

MI CERVEZA CON MIGUEL DE CERVANTES

  
      Por algún motivo tuve que revisar títulos de las numerosas obras de Miguel de Cervantes y Saavedra, sin considerar su libro máximo y cumbre de la literatura universal “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha”. Me importaba memorizar al menos un par de nombres de otros textos del autor. Un segundo motivo pudo ser quizá un cierto orgullo personal de conocimiento. Nunca imaginé que este segundo propósito me serviría en el futuro para ganarme una lata de cerveza…
     Ocurrió en una oportunidad que fui a un negocio ─de cuyo nombre no quiero acordarme*─ a comprar una pizza para llevar a la casa. El dependiente, un hombre de algunos años, estaba en su puesto detrás del mostrador conversando con un cliente, bastante animoso este último. Los tres éramos las únicas personas en el local. El cliente tenía una lata de cerveza en la mano y bebía sorbos en cada pausa de su discurso o cuando era el turno de su interlocutor. El dueño tomó nota de mi pedido y me dijo que debía esperar a que me prepararan la pizza, unos quince minutos. Me di cuenta que el cliente de la cerveza estaba un poquito cufifo, pero se veía un tipo agradable y que hacía gala de ciertos conocimientos literarios. Ése era, sin duda, el tema de la conversación. Al parecer el dueño también era un hombre «letrado». Así que dialogaban sobre asuntos afines.
     El hombre que bebía cerveza seguramente vio en mi cara aspecto de aburrimiento, así que me invitó a sumarme a la conversación. Me dijo, amablemente, que el dueño de la pizzería era una persona muy culta y que incluso escribía. El aludido sonrió con timidez sin ocultar tal vez una íntima inclinación hacia cuestiones de «las letras». Era claro que se trataba de viejos amigos.
        «En lo que a mí respecta ─me dijo el parroquiano─, no escribo, pero me gusta mucho leer. Imagino, amigo, que usted también», afirmó mirándome con una sutil nota de desafío. Sin esperar mi respuesta, me contó que conversaba con el dueño de la pizzería acerca de la vida de Miguel de Cervantes y Saavedra. «Yo siempre le hago preguntas literarias a mis amigos, así que, perdóneme que le haga una a usted», me dijo y antes que yo asintiera disparó: «Nómbreme al menos un título escrito por Cervantes que no sea El Quijote».
     Silencio. La pregunta fue a boca de jarro. El preguntón se cruzó de brazos esperando mi respuesta mientras sonreía desafiante. El dueño, detrás del mostrador, lo miraba moviendo la cabeza y de seguro que también esperaba oír qué respondería yo. Tomé el guante y comencé a recordar el episodio enunciado al comienzo de este texto. A ver, a ver, a ver… Pasó casi un minuto, silencio. Y me acordé de uno de aquellos títulos y exclamé en voz alta:
     ─¡La Galatea!**
     El dueño se rio con malicia tapándose la boca y el hombre sorprendido se acercó y me estrechó la mano. «No puedo creerlo», nos dijo a mí y al dependiente. Todavía con cara de incrédulo me miró y me dijo, «permítame que lo invite a una cerveza». Le respondí: «no puedo, voy a manejar, gracias». Así que le indicó al dueño «letrado» que agregara una lata a mi pizza y que la cargara a su cuenta para que me la llevara a modo de premio. 
      Gracias don Miguel (de Cervantes) por la «Paceña».
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*«De cuyo nombre no quiero acordarme» es un giro empleado por Cervantes en el inicio de El Quijote, el que según la Real Academia Española (RAE) equivale a decir «no voy a acordarme» o «no llego a acordarme» en nuestro español contemporáneo.

**La Galatea es una novela del género pastoril, sin embargo, su gran contenido psicológico es notable por las visiones del sentimiento de amor de sus personajes. Fue escrita por Miguel de Cervantes y Saavedra en 1585 en Alcalá de Henares. «La Galatea» es anterior a «El Quijote», novela esta última publicada en su primera parte en 1605. 

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