Aquello que el tribunal llamaba castigo
terminó siendo la rutina de los inocentes. Hoy el arresto
domiciliario en realidad es la cuarentena para todos. Se sancionaba a
un club por el mal comportamiento de su hinchada, obligándolo a
jugar sin público, en partidos de local. Ahora las primeras ligas
del mundo disputan sus partidos con los estadios vacíos. A un alumno
por mal comportamiento lo mandaban para la casa, hoy todos los
estudiantes del colegio están confinados en sus hogares siguiendo clases a
distancia.
Ato estas 3 coincidencias para
considerar la amenaza del virus, con razón o sin ella, como el
castigo que vino de alguna parte. Unos lo piensan así. para otros
eso es inaceptable. Pero, lo cierto es que estamos metidos medio a
medio en la pandemia, sin escapatoria, con apenas un poquito de
confianza que aparecerá por fin una lucecita al final del túnel.
Pero, el foco de mi comentario va en
otra dirección. Apunto a la importancia del grupo humano, de los
conglomerados, del gentío, ése que precisamente hoy debemos evitar.
Los grandes partidos de ligas europeas
sin público son espectáculos pobres. Si bien, las habilidades
individuales y el profesionalismo colectivo de los jugadores y los
equipos se aprecian igual, sin público en las graderías... ni un
brillo.
Con las clases a distancia pasa algo
parecido. Los profesores hablándoles a un dispositivo electrónico
(PC o móvil) no a alumnos vivos y presentes convierten la clase en
una lectura monótona. Porque el maestro para no perder el hilo lee.
Se presenta con apuntes, mira la hoja y lee. Las clases presenciales
llevan la exposición de las materias a la espontaneidad. Eso no lo
consiguen los dispositivos.
Si esto prosigue por más tiempo, con
estas nuevas formas de vivir con llave y bajo amenaza la humanidad
estará retrocediendo en sus logros alcanzados con tanto sacrificio.
¿Podremos de nuevo caminar a nuestras anchas por las calles, los
caminos, los medios de transporte como lo hacíamos hasta antes de
marzo de 2020? Como el trauma es inmenso, tengo algunas dudas.
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