Sunday, January 16, 2022

SILENCIO FRÁGIL COMO UNA POMPA DE JABÓN


          El silencio es un bien apreciado porque se traduce en descanso y porque da paso a otras actividades del intelecto que no se derivan del escuchar. Me refiero al silencio creado por los humanos, que es tan feble como una pompita de jabón. Así, encontramos silencio en las iglesias, en los mausoleos, en las bibliotecas y en las horas de reposo por las noches. También en la música, donde son cortos o largos, según el tipo de símbolo; un silencio de redonda dura más que uno de corchea y así. 

       En silencio leemos mejor; reflexionamos más profundamente; con el pensamiento buscamos la solución a algún problema; podemos escribir algo que nos exige estar concentrados. Todas estas actividades las cumplimos mejor que oyendo música, por ejemplo, aunque eso guste a muchos. 

       Y en una conversación los silencios son pausas que dicen harto. Existe en ellos una buena carga semántica. Sólo que es cosa de leerlos correctamente.

      Sobre esto de las pausas cuando dialogan personas, en Kafka encontré un ejemplo (*), en la conversación del agrimensor K con la mesonera:

     ‒Si me lo permite ‒dijo K‒, me gustaría hacerle una pregunta algo impertinente.

     La mesonera no contestó.

     ‒Por su silencio debo entender que puedo hacérsela‒, dijo K.

     ‒Usted interpreta todas las cosas equivocadamente, incluso el silencio‒, respondió la mesonera.

         Debido a que el silencio es tan frágil, como un delicado cristal, es necesario usar figuras lingüístias equivalentes:  «guardar» (para mantenerlo) o «romper» (para terminarlo). Por ejemplo, bien usado es el recurso Fulano rompió su silencio y confesó. 

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(*)   Novela «El Castillo» (1926), Franz Kafka. Capítulo VI, Segunda conversación con la mesonera; página 138, editorial Abraxas. 

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