Foto referencia tomada de internet. |
Según otros puntos
de vista ─respecto de los habituales─ el concepto de la autoestima, (eso que se
recomienda o se busca para hacer que una mejor valoración interna nazca de
uno mismo) tiene algunos peros que habría que atender y
andar con cuidado por la vida.
No es cosa de
imaginar que la autoestima es siempre una cuestión positiva. Porque, entendiéndola como una amplificación subjetiva de virtudes
personales, también le da rimbombo a aspectos negativos de la personalidad. Este
propósito alimenta los egos que pueden llegar a ser socialmente hostigosos. Para una mujer, autoestima podría ser creerse más linda de lo que la persona es; y en un hombre,
por ejemplo, estar convencido de poseer una inteligencia superior al entorno y
hacer que se note.
Hay tantos
autores que viven vendiendo autoestima. Las librerías tienen secciones con
libros de auto ayuda, un disfraz para clientes que sienten la necesidad de
creerse el cuento.
Hace un par de
días, una revista de Santiago difundió una entrevista al cantante español
Joaquín Sabina quien, en el contexto de su conversación con el periodista, dijo:
«...eso es culpa de la
autoestima, que se ha puesto tan de moda y está haciendo un gran daño. La gente
verdaderamente sabia que yo conozco no tiene una pizca de autoestima. No va por
la vida diciendo ‘yo soy como soy’ o ‘tú tienes que ser tú’. Y ahora que todos poseen un altavoz (redes sociales), a los
idiotas los reconoces por su autoestima. Mientras más idiotas, mayor autoestima
tienen. ¡Pero si es tan fácil quererse con lo poco que uno vale!»
A modo de conclusión, diremos que una dosis de autoestima a veces nos hace bien. No buscarla es pecar de pesimismo. Cuando se trata de una actitud personal moderada por sentirse un triunfador va perfecto. El punto es determinar cuál es la cantidad justa de esta sensación que estamos dispuestos a echarnos encima para vestirnos de ganadores. Un equilibrio razonable es útil para uno y para los demás.
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