A la tal Aldonsa don Quijote –dentro de su delirio paranoico (1)– la llamó Dulcinea, modelo ideal de pureza, belleza y femineidad. Pero, pero, pero no nos equivoquemos de nuevo, Quijote es una ficción, y como nuestro personaje la creó en su locura, la Dulcinea es una ficción de la ficción.
Pero, nosotros tampoco debemos perdernos, así que vuelvo a la novela. El Quijote amó a Dulcinea, aunque reconoció que lo hizo de soslayo y que quizá ella nunca se dio cuenta de su mirada. El hidalgo nos la describe con candorosa inocencia:
«Tal es el recato y el encerramiento en que sus padres Lorenzo Conchuelo y su madre Aldonsa Nogales la han criado».
Sin embargo, la Dulcinea no protagonizó ella misma ni una sola línea en la novela. Como Dulcinea no existió, tanto así que su idea se evaporó cuando el Quijote recobró la cordura y fue de nuevo Alonso Quijano en el relato. Es descorazonador para nosotros, los admiradores de Dulcinea, que ella no haya sido más que una hermosa evasiva ilusión dentro de otra ilusión.
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(1) En su libro «El Príncipe de la Locura», el psiquiatra Sergio Peña y Lillo diganosticó el locura de El Quijote como una paranoia.
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