Amigos lectores, tropecé con este interesante artículo en la revista The Economist, lo traduje del inglés y lo entrego para su deleite, sin el permiso de la revista, por cierto, sorry...
Hay cosas que
usamos todos los días sin preocuparnos de quién las creó. Tomemos, a modo de
ejemplo, los símbolos matemáticos. El signo “+” (más) quien primero lo usó fue Nicole Oresme
en 1360, el “x” (por) por William Oughtred en 1618, y el “÷” (dividido por) por Johann Rann en 1659. Sin
embargo, el mejor de todos, el “∞” (infinito), apareció en 1655. Los seres humanos han
dedicado siglos tratando de entender el infinito, y en su “Tratado de Secciones
Cónicas”, el matemático inglés John
Wallis presentó un símbolo que lo expresa magníficamente. Para mi es la mejor
pieza gráfica jamás diseñada. Decir algo de forma complicada es muy fácil.
Pero, encontrar una manera de expresarlo de modo simple cuesta mucho trabajo.
Como diseñador
me levanto todos los días con la esperanza de tener una buena idea, que sea
útil. Pero, también deseo poder comunicar y compartir esa idea, esa visión.
Para hacerlo necesito encontrar la mayor claridad de lenguaje visual que me sea
posible. Si me quedo pegado en un lenguaje que puedan comprender doce personas,
sugiere que no me importa si el resto lo entiende o no. Eso es elitista. El
genio de Wallis fue escoger un símbolo el cual, con su forma sin final, está
tan claramente relacionado al concepto, que todos están dispuestos a usarlo.
Los signos matemáticos forman nuestro único lenguaje universal. Es por eso que
si me preguntaran si hay algo que ojalá hubiera diseñado es eso.
Tengo una
relación especial con ese tipo de símbolos, pero no porque sea bueno para las
matemáticas. Fui un desadaptado total en el colegio. Me lo pasaba diseñando
desde los seis o siete años, durante los días libres o para matar el
aburrimiento, comencé a hacer mis propios autos de juguete. Eran lindos y
funcionaban. Pero, en el colegio, me sentía como encarcelado y no aprendí nada.
Me lo pasé dibujando atrás en la sala. A los diez o doce años diseñé una sala
para torturar a mis profesores. Eso era demasiado avanzado para mi edad. Así
que al final llegué a una transacción. Si estaba de acuerdo en permanecer
tranquilo, el colegio me autorizaba a dibujar.
Sin embargo,
tarde llegué a entender el valor que las matemáticas tenían para mí y mi íntima
relación con ella. Soy algo autista y me gusta mucho la gente autista, algunas
veces hallo que es más fácil comunicar con colores o con símbolos que con
palabras. Para mí, los signos de las matemáticas constituyen un set de
metáforas visuales para sentimientos. “±” es un signo que transmite que hay dos
posibilidades diferentes que son igualmente válidas, un símbolo de
incertidumbre. “∞” se refiere al conflicto que tenemos con nosotros mismos por
tratar de entender más y más. Y cuando estoy diseñando algo, digo que lo
primero es ir a la “√”, la raíz cuadra del problema: el sentimiento que debo
meterme en la esencia del asunto, desde el cual poder construir. La meta es
siempre transmitir una idea de la manera más pura que pueda. Por eso admiro el símbolo de Wallis. Cuando él introdujo el signo para expresar el infinito, consiguió además el propósito al que todo buen diseño debería apuntar: la elegancia.
PHILIPPE STARCK, autor de esta nota, es inventor, diseñador y arquitecto de nacionalidad francesa. |