Nelson Escobar, durante la grabación de una nota periodística en canal 5. Imagen tomada de Facebook. |
A Nelson Escobar lo conocí en 1967 cuando juntos ingresamos
a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Concepción que entonces
funcionaba en la planta baja de la Escuela de Medicina. Llegamos calladitos, medios cohibidos, conscientes de la importancia de la carrera y sabiendo los
nombres de profesionales egresados que ya daban que hablar en los medios.
Cuando pasaron los días el entrañable amigo de Nelson, Carlos Bastías –ambos provenían del mismo
colegio-- comenzó a nombrarlo con el apodo que se había ganado allí
en Chillán: "Mateo". Así que el resto de los estudiantes también
comenzamos a decirle "Mateo", sin duda porque en su establecimiento chillanejo
debió ser muy estudioso y nosotros comprobamos que en la Universidad lo era aún más. A medida que pasó el tiempo, Nelson desplegó toda esa efusiva personalidad,
risueño, bueno para las tallas. Él descubrió que todos teníamos algún vínculo
con el campo (¡quién no, en esos años!) y comenzó a decirnos a todos: “huasos” o “huasitas” a algunas compañeras, por
lo que, sin pensarlo, el apodo se revirtió y al final él era “el huaso
Escobar”, nuestro popular huasito.
Nota realizada por Nelson Escobar para TVUC 5. En la segunda
parte del video oirán la voz del periodista en el relato
y en las entrevistas. La fecha parece ser 1983.
Vivía en Cabrero, donde sus padres tenían un almacén de
abarrotes. En un par de ocasiones me invitó a su casa y pasamos unas de
jornadas simpáticas en “la ciudad del sol”, como él llamaba a su localidad,
evocando algún lema del municipio cabrerino. Su papá poseía un campo en las
cercanías, que visitamos también. El predio tenía un gran bosque de pinos. Caminamos una tarde por el trumao entre las zarzamoras y esos árboles; es parte de lo que recuerdo. En una fiesta de
matrimonio en Cabrero, después de la ceremonia y los bailes, Nelson sorprendió
a los invitados con un enorme saco de cholguas que había comprado en Lirquén.
Sobre una parrilla comenzó a desparramarlas para cerrar la fiesta con una
cholguazo y harto limón cuando la claridad del nuevo día se manifestaba en "la ciudad del sol".
Después de la titulación en Periodismo, cada uno siguió su
rumbo. Él llegó a sentir tanto afecto por sus compañeros de carrera que
tempranamente concibió la idea de juntarnos a todos. Fue así como bajo su
iniciativa, los ex alumnos de Periodismo nos reunimos en la termas de Chillán
allá por 1989 con el eslogan “Que veinte años no es nada”. Mucho tiempo después lo intentó de nuevo pero
la convocatoria tuvo un éxito parcial.
A pesar de la distancia y el paso del tiempo, seguí
manteniendo un contacto con Nelson. Siempre era el mismo hombre, dicharachero,
alegre, jamás triste. Hasta que el día menos pensado me informé por las redes
sociales que estaba afectado de esa enfermedad incurable. A través de Gilda le
envié saludos y buenas vibras. Yo tenía ganas de estrechar su mano, pero esa
situación no se dio porque un viaje programado a Concepción se fue posponiendo. Hoy leo
que ha fallecido y con mucha pena reconozco que Nelson fue el alma de nuestro
curso de Periodismo de la Universidad de Concepción. Nadie más que él sería
capaz de reaglutinarnos, al menos por unas horas, para vernos y conversar de aquellos
lejanos y hermosos años de juventud.
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