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| UNA ESCENA DEL QUIJOTE EN EL TOBOSO. |
En el capítulo 7 de la segunda parte del libro, Sancho Panza se molestó con don Quijote por la manía de corregirle las palabras que él empleaba al hablar. En la realidad, nos topamos a veces con personas que tienen la tendencia de representarle a uno las faltas en el uso del idioma. Cuando la situación se repite, no ayuda, sino lo contrario. Cervantes captó esta majadería y la planteó en su novela:
–Señor yo ya tengo relucida a mi mujer a que me deje ir con vuestra merced a donde quisiere llevarme.
–Reducida has de decir, Sancho –dijo don Quijote–, que no relucida.
–Una o dos veces –respondió Sancho– he suplicado a vuestra merced que no me corrija los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos y que cuando no los entienda, diga: «Sancho, o diablo, no te entiendo»; y si yo no me explicare, entonces podrá corregirme...

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