Hay cosas de la vida cotidiana que no tienen nombres. Para poder identificarlas hay que pronunciar otros nombres los que combinados transmiten la idea. Es una limitación del idioma que se resuelve con metáforas. Veamos algunos ejemplos. La parte delantera de la espada, esa con forma de cuchillo no tiene nombre, así que la llaman la hoja de la espada. Cada unidad de papel de un cuaderno o de una resma la llaman hoja de papel porque a nadie se le ocurrió designarla en propiedad. El apoyo lateral de un sillón lo denominan brazo del sillón. A los cuatro pedestales de una mesa los llaman patas de la mesa. La entrada de una cueva se llama la boca de la cueva. Otro ejemplo es el ojo de la cerradura, etc. Como hemos analizado, son numerosas las cosas sin nombre, sin designación propia. Esta figura del lenguaje para resolver el problema de los objetos sin nombre se llama catacresis. A lo mejor a usted, amigo lector se le ocurren otros ejemplos de catacresis.
Wednesday, December 17, 2025
Friday, December 12, 2025
SE MOLESTÓ SANCHO
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| UNA ESCENA DEL QUIJOTE EN EL TOBOSO. |
En el capítulo 7 de la segunda parte del libro, Sancho Panza se molestó con don Quijote por la manía de corregirle las palabras que él empleaba al hablar. En la realidad, nos topamos a veces con personas que tienen la tendencia de representarle a uno las faltas en el uso del idioma. Cuando la situación se repite, no ayuda, sino lo contrario. Cervantes captó esta majadería y la planteó en su novela:
–Señor yo ya tengo relucida a mi mujer a que me deje ir con vuestra merced a donde quisiere llevarme.
–Reducida has de decir, Sancho –dijo don Quijote–, que no relucida.
–Una o dos veces –respondió Sancho– he suplicado a vuestra merced que no me corrija los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos y que cuando no los entienda, diga: «Sancho, o diablo, no te entiendo»; y si yo no me explicare, entonces podrá corregirme...
Wednesday, December 10, 2025
REALISMO MÁGICO
Si me dedicara a leer puras novelas del género realismo mágico sin duda que perdería el juicio. Me podría pasar que se me produzcan extravíos como los que sufrió el viejo Quijano de tanto dedicarle tiempo a los libros de caballería. Los escritores modernos hallaron en ese género literario la mina de oro para cautivar lectores. Mezclan a discreción la realidad con la fantasía extrema. Tienen la cancha abierta para escribir de lo que sea. Rushdie, por ejemplo, hace que dos personas conversen de la vida misma mientras caen al vacío desde diez mil metros de altura por un siniestro del avión en el que viajaban. Para sus personajes eso no tiene ninguna importancia. Murakami, por su parte, trae a la existencia animales mitológicos como los unicornios. Y abunda en describirlos con pellejo de pelo dorado. Donde hay seres humanos, los unicornios se pasean como Pedro por su casa. Este tipo de exageraciones o licencias arbitrarias terminará por matar al realismo mágico que alcanzó la cúspite con García Márquez.
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