En distintas circunstancias de la vida
y cuando se presenta la ocasión de tener al frente alguna persona
interesada en el asunto gramatical, saco a relucir la monserga de
siempre: «Los jóvenes no
saben escribir, cometen errores inaceptables en ortografía. Lo hacen
pésimo. No sé qué les enseñan en los colegios y para qué decir
de las universidades. Adónde llegaremos así como vamos».
Y agrego algo que usted, estimado lector, tal vez habrá dicho igual
que yo, que en nuestros tiempos la educación era mucho mejor, que
nosotros no cometíamos esos errores imperdonables que vemos hoy.
Y un poco para justificar la rudeza de
lo dicho, culpamos a los medios digitales que están arruinando la
lengua. La internet hace estúpidas a las nuevas generaciones y pone
en riesgo nuestro futuro. Incluso, una red social nos obliga a pensar
en 140 caracteres.
Pero, atención. Mucho cuidado.
Las quejas respecto a la involución
del lenguaje pueden encontrarse en cualquier momento de la historia.
Un comentario publicado en un periódico norteamericano en 1961
decía: «Los
recién graduados no demuestran ningún dominio sobre el idioma».
En
1917, antes de la irrupción de la radio y la televisión, otro
comentario académico: «De
cada universidad es para llorar. Nuestros mechones no pueden
deletrear, no saben nada de puntuación. Los colegios secundarios son
un desastre porque sus alumnos son tan ignorantes hasta de los
rudimentos más básicos».
Pero,
aún más atrás en el tiempo. En pleno Siglo de las Luces. Europa
1785, un comentario casi extremo: «Nuestra lengua está degenerando
en forma muy rápida. Tememos que esto será imposible de corregir».
Mmmm,
si confío en los comentarios citados, concluyo que el problema ha
sido de siempre y lo será por los siglos de los siglos.
Y
para rematar oigo a un profesor de Psicología de la Universidad de
Harvard decir: «Hay buenos escritores que también escriben muy
mal».
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Este texto se basó en la exposición sobre lingüística del profesor Steven Pinker (foto) de la Universidad de Harvard y que está en internet en: