Me
alarma nuestra dependencia de las tecnologías. Cuando las usamos dejamos de ser
libres, quedamos cautivos, al arbitrio de los dueños (de las tecnologías).
Ellos hacen lo que les da en gana y a nosotros sólo nos queda bajar la cabeza. Porque
si nos rebelamos, nos dejan fuera. Y en la sociedad en que vivimos, eso
equivale al ostracismo, igual que las condenas extremas aplicadas en la
Antigüedad.
Cómo no se va a reír de nosotros Tim Cook, dueño de una de las más famosas tecnologías de comunicaciones, si le compramos todo y más encima seguimos dependiendo de su voluntad. |
Para
entender este análisis sombrío de la nueva realidad, usaré un ejemplo. Mi
teléfono inteligente, móvil o como usted quiera llamarlo, me decía hace un par
de días que debía actualizar el programa. Yo me había dado cuenta porque varias
apps no respondían con plenitud a mis mandos, eso significaba que algo estaba
pasando. Efectivamente, no había actualizado. Y cuando lo hice, el dueño
aprovechó de hacer cambios en su beneficio: incorporó nuevos apps que no
necesito y que tampoco puedo eliminar, etc. Y agregó otras modificaciones
operativas que debo aprender a usar. Bueno, qué más da, como sea quedé
actualizado. Sólo así me libré del ostracismo que me hubiera significado no
ponerme al día. Y pensé ¿por qué todo este embrollo? Simple, el dueño hizo los
ajustes de su interés y al usuario, o sea yo, no le quedó ni una sola
posibilidad de protestar o rechazar algunas de las modificaciones.
Antes
que llegara esto de la telefonía móvil, si uno compraba un objeto tecnológico
no quedaba atado a la voluntad del vendedor. Cito un ejemplo, me compro una
carreta para transportar carga. La pago y ya no tengo necesidad de vérmelas de
nuevo con el fabricante. La uso todo el tiempo que me dure o la necesite y
tampoco tengo que estar actualizándome cada vez. Hoy, un celular que yo
adquiera implica que debo actualizarlo en forma periódica, de lo contrario
pierdo mi dinero, porque el equipo por el que pagué mucho, no me servirá. Es
decir, compro, pero sigo necesitando al vendedor.
Por
eso, considero que somos los rehenes de los dueños de las tecnologías. Entonces
me sulfuro cuando veo en la televisión el lanzamiento de un nuevo modelo de
móvil. Entre toda la parafernalia, el dueño de la tecnología sale al escenario,
hace el anuncio y todos los esclavos aplauden de pie y salen corriendo del
teatro a comprarse el recién estrenado modelito —carísimo—, ¿habrá algo que
valga la pena en el equipo nuevo? No, porque el usuario encontrará exactamente
lo mismo en la pantalla nueva que en su viejo equipo. O sea, nuevo celular y
renovadas actualizaciones, para que el dueño de la tecnología te tenga agarrado
de buena parte y él siga siendo infinitamente rico.
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