Representación de un átomo (Internet). |
Leí en un texto de filosofía que las palabras tienen más
sentido por el uso que les da la gente, que por su significado etimológico. Es
cosa de remitirse a las ciencias. En física, por ejemplo sigue empleándose la
voz átomo dejando de lado el origen griego del término que quiere decir
indivisible y a estas alturas, todos sabemos que se puede subdividir en otros
pedacitos todavía más chicos. Y si no, leamos los informes que los físicos
entregan de las pruebas en grandes aceleradores, sabemos que existen
hadrones u otras cosas infinitamente pequeñas como la llamada “partícula de
Dios”.
Átomo era para los griegos (Demócrito), lo más pequeño e
indivisible de que estaban formadas todas las cosas. No había nada de tamaño
menor. El término volvió al tapete por necesidad de investigación en el siglo
XIX y desde entonces quedó como el concepto que conocemos hasta hoy. Y la
ciencia sigue usándolo, no inventó otro término. O sea, su significado original
ya no es.
Esto también pasa en historia. Las palabras pueden ser las
mismas, pero las gentes de otros tiempos les asignaban otros significados o
matices distintos. Esas son las diferencias que los historiadores enfrentan en
sus investigaciones y deben hacer grandes esfuerzos de traducción para adecuar
un término usado antes a lo que significaría realmente hoy. Sólo así pueden
interpretar correctamente el pasado.
La etimología nos ayuda a explicarnos la naturaleza de un
término, pero es su uso cotidiano el que le da su significado en el ahora.
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