Vamos al supermercado a comprar lo que
necesitamos. Elegimos las cosas y las echamos al carro. Volvemos a
casa encendemos la tele. Las noticias. Las vemos, las oímos y
después las comentamos. Que no se nos olvide que la próxima semana
son las elecciones. Tenemos que elegir a nuestra autoridad. Mientras
pienso en esas cosas que hay que hacer, oigo la linda música de esos
tiempos en mi radio. Soy libre, difruto la vida.
Pero, analicemos estas situaciones
particulares que conforman el conjunto de nuestras vidas, diríamos,
de una persona promedio, feliz. Sigamos, en el super elegimos los
alimentos que buscábamos ya por calidades o por precios. ¿Pero,
esa persona escogió realmente o alguien eligió esas cosas de comer
antes para ponerlas en oferta? No nos queda otra opción que
aceptarlo. Ese desconocido decidió lo que yo compré. Por tanto, mi
dieta me la preparó otro. Vamos con las noticias. ¿Es lo que veo y
oigo lo que verdaderamente me interesa? Claro que no. Alguien armó
el noticiario y decidió cuál era el mensaje que yo debía recibir.
O sea, me construyeron una realidad sin mi consentimiento según el
afán o el deseo de otra persona y yo la consumí.
Las elecciones de las autoridades
políticas son un hecho relevante. A votar la semana que viene, según
este modelo que estamos comentando. ¿Por quién me inclinaré? Las
opciones no son muchas y la oferta no calza con un nombre que me
gustaría. El menú lo estructuraron los partidos políticos a su
pinta e interés. Ellos eligieron por mí antes que yo marque el
voto. No tengo alternativa.
Y termino este pensamiento mencionando la música que
escucho. Responde a lo que llaman la parrilla de la radio, que fue
armada por alguien y que se me ofrece para que yo la oiga. Y la oigo.
No elegí eso, otro lo hizo por mí antes.
Al final, esto es como los fouls en el
fútbol. Comete una falta, descalificadora o no, quien llega atrasado
a la jugada con la intención de agarrar la pelota. Es lo que nos
ocurre. Llegamos siempre tarde aunque no cometamos falta. Otros se
nos adelantaron, yo no elegí nada, sólo recogí algo ya
seleccionado. Así es la vida en sociedad, vamos a la zaga. Porque al
revés parece que no funciona.