Alegoría del Voyager I en el espacio interestelar. |
El movimiento de traslación de la Tierra en
torno al Sol nos mantiene prisioneros de nuestra estrella a perpetuidad. No
podremos parar de girar a su alrededor nunca. Sólo será hasta aquel último día,
cuando el Sol nos trague con la ferocidad de un león. Las teorías astronómicas
dicen que el Sol aumentará su volumen varias veces cuando se le agote su actual
combustible, el hidrógeno y comience a quemar helio. Entonces se convertirá en
una gigante roja y como tal alcanzará las órbitas de los planetas más cercanos.
Así la Tierra caerá y pasará a formar parte del Sol. Claro que para que eso
ocurra falta muchísimo todavía, no es para preocuparse. Pero, la teoría afirma
que así ocurrirá de todos modos.
Mirada hacia atrás: la Tierra, sólo un puntito. |
Si reflexionáramos sobre esto, uno se
preguntará qué será de nuestros huesos. Y la respuesta es que todo se lo tragará el Sol. ¿El día del Juicio Final? ¿Todos condenados a la hoguera? Tal vez
sí. ¿Pero, cómo es que llegamos a este punto de la reflexión? Simplemente por
un hecho noticioso conocido por estos días. Científicos de la NASA, informaron que hechas todas las mediciones llegaron a la
conclusión que la sonda especial Voyager I, lanzada al espacio en septiembre de
1977, alcanzó la velocidad de escape del Sistema Solar en agosto del año 2012.
Es decir, que al día de hoy ese aparato vuela hacia las estrellas fuera del
alcance de la influencia del Sol. Así, el Voyager I es el primer objeto
construido por el ser humano en alcanzar tales profundidades. Lograda esa
distancia, seguirá sumergiéndose en los dominios del espacio interestelar
alejándose de nosotros cada vez a una velocidad de 45 kilómetros por segundo.
El Voyager I lleva a bordo una carga cultural
de la humanidad a otros mundos: 115 fotografías y una variedad de sonidos naturales, así como
mensajes en 55 idiomas. Además, los saludos dirigidos a extraterrestres del
entonces presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y del secretario general de
la ONU en ese momento, Kurt Waldheim. Se agregan voces, canciones, discursos, registros sonoros de la naturaleza, de los sonidos que emiten los más variados
animales, balbuceos de niños de las más distintas razas. Todo lo anterior está
grabado en un disco de oro enchapado de cobre de 30 centímetros con
las instrucciones para rescatar la información contenida en él.
El diminuto Voyager I pesa menos de una
tonelada y sus baterías nucleares le permitirán seguir en servicio hasta el
2025. O sea, los científicos obtendrán información de esos lugares ignotos por
donde transita rumbo a su destino, alguna distante estrella en el centro de la
galaxia, por un par de años más. En tal condición podríamos afirmar que esa sonda, con mensajes
humanos, será –hasta ahora– lo único hecho en la Tierra que se salvará de ser devorado por el sol el Día
del Juicio Final.