Thursday, December 30, 2010

"EN LOS 80 NO OCURRIÓ NADA DIGNO DE RECORDAR"

     Estamos invadidos por "los ochenta" (ya nos invadirán los noventa y así seguirá...). Lo oigo y lo veo a cada rato. Como que en esa década se hubiera cocinado socialmente de todo. Como que hubiera habido cambios profundos y señeros, cambios radicales que modificaron el curso de la historia. Recuerdo que en el inicio de la década en cuestión, desde el gobierno (militar), directivos de la Secretaría Nacional de la Juventud pregonaban los grandes cambios que ellos avizoraban. En un discurso de uno de ellos ─Ignacio Astete─ arengó a los jóvenes de entonces a apropiarse de los ochenta. Un nuevo horizonte se abría, nuevos aires fortalecerían a quienes estaban destinados a tomar más tarde las riendas de la nación bajo el signo de los militares. Contrariamente recién en 1989 se recobró la democracia en el país. Cuando terminó la década, otros jóvenes, entre ellos mi hijo, me comentaron: menos mal que terminan los ochenta, una década perdida en la música. No hubo nada nuevo, nada interesante, ninguna irrupción, ninguna irreverencia. Veremos si serán mejores los noventa.

      Distinto ocurrió con la década de los sesenta. Entonces el mundo sí cambió. Las revueltas de los estudiantes de París marcaron a los jóvenes. Movimientos similares aunque cargados de ideología surgieron como réplica en esta parte del mundo. El hombre llegó a la Luna. La música rock se consolidó en el gusto del público. Elvis, los Beatles, los Rollings Stones, Woodstock, etc. sellaron cambios profundos en la sociedad. Acuérdense de la Nueva Ola. Tuvimos un mundial de fútbol. La televisión desplazó a la radio como la gran novedad en las comunicaciones sociales. Fue una década importante.
      Hoy en día inventamos algo que no ocurrió cuando oímos expresiones clichés como "los ochenta" o "la voz de los ochenta". En consecuencia veo también con claridad que ligerito empezaremos con "los noventa". Y al mismo tiempo me pregunto qué nos deparará esta nueva década "del diez", que estamos comenzando. El terremoto ya nos dijo algo, igual que en los sesenta. Puede que ahora sí tengamos cambios grandes: en la música ¿algún reciclaje? ¿una reinvención? Estemos alerta, tengo esperanzas que en treinta años más podríamos conversar de lo irruptivo que fueron los años "diez". ¿Sí? Pues bien, hasta entonces...

Monday, December 13, 2010

JUGANDO AL PERIODISMO EN EL PLANETA


          Mi interés por el periodismo nació una hermosa tarde de verano en la playa de Penco. Estábamos los niños gozando de la luz del sol, de la arena amarilla y de la suave brisa que venía del mar, fenómeno único de Penco. Seguramente era un día domingo porque el balneario estaba pleno de bañistas, sombrillas, toallas y la música que provenía de los casinos (que hoy no existen). ¿Pero cuál fue la semilla? Mi madre me la plantó ese día en mi alma infantil. Ella me dijo mirando a un fotógrafo que tomaba imágenes con su cámara: «yo quiero que seas como él, que trabaja para el diario». Me concentré en el hombre: pantalón negro, camisa blanca de manga corta y llevaba corbata. Vi como tomaba fotos y anotaba en un cuaderno. Mi madre me sujetó de la mano, quedó en silencio y ambos seguimos mirando como el hombre de la cámara fotográfica avanzaba entre el público hasta que lo perdimos de vista. Los otros niños integrantes del grupo de bañistas no repararon en la situación y me gritaron para salir corriendo a un chapuzón en el frío mar de Penco.
      Semanas después del episodio playero tuve la idea de hacer mi propio diario, contaba con un colaborador entusiasta que me seguía en el plan, Víctor Aqueveque. Me daba ánimos y a él le parecía que con el diario dispondríamos de una nueva fórmula para seguir jugando. Y comenzamos a reportear. El primer día, cuando tomamos el acuerdo, salimos a la calle por separado con el fin de obtener noticias. Yo quedé embobado por un taco vehicular que se formó en el camino a Lirquén en la subida del cementerio. Autos y micros avanzaban a un metro por hora, situación por lo demás embarazosa en la cuesta. Corrí para averiguar cuál era la razón del taco, una situación muy rara para la época. Hoy eso no revistiría ningún interés. Corrí y llegué al origen del problema. Un enorme camión arrastraba una pesadísima carga bufando como un toro rabioso para ganarle a la cuesta y avanzaba en primera marcha reforzada a la vuelta de la rueda. El conductor transpiraba mirando hacia adelante y a los instrumentos. De vez en cuando echaba un vistazo por el retrovisor, sin duda le preocupaba el enorme taco que estaba causando. El problema terminó cuando el vehículo de carga alcanzó la cima. Ese hecho me pareció que merecía un relato entretenido porque nunca se había producido un embotellamiento tan grande y tan premonitorio de modo que me puse a escribirlo con lápiz en mi cuaderno.
      Esa noche nos juntamos con mi colaborador y conversamos las cosas que habíamos visto: nuestra primera reunión de pauta. Víctor estuvo muy de acuerdo en que el taco debía ser la primera noticia del diario. Él en cambio descubrió que andaban muchos perros sueltos por las calles. Me dio los datos y yo escribí la historia, lo divertido del caso era que Víctor se conocía los nombres de todos los perros del vecindario. La razón de la noticia era las frecuentes peleas de canes ¿la causa podría ser por la hidrofobia? Esa enfermedad perruna anda de boca en boca. Buen cuento.
     Ambos reunimos seis pequeños relatos. ¿Y cómo los publicamos?, me preguntó Víctor y yo le enseñé mi cuaderno de copia. Debo haber sacado unas diez hojas. Me lancé a escribir en una de las hojas sueltas y con la composición periodística llené las dos caras. Se me ocurrió separar las historias con una línea horizontal. Terminado el primer ejemplar, Víctor y yo nos pusimos a copiar con letra manuscrita y caligráfica (para que todos entendieran) los otros ejemplares. Lo bueno era que teníamos paciencia. Diez ejemplares del diario estuvieron terminados y listos para su distribución al cabo de media hora.
          Víctor inquieto me preguntó que cómo se llamaba el diario. Yo sonreí porque el nombre de mi diario me daba vueltas en la cabeza. El Planeta, le dije, como en Superman. A mi colaborador le pareció extraordinario. Esa noche salimos a vender el primer ejemplar de El Planeta. Nuestros vecinos estaban sorprendidos, el más alegre de ellos por mi iniciativa era don Roberto Martínez. Recuerdo que tomó el papel y comenzó a leerlo de inmediato. Cobrábamos cincuenta pesos. No estaba mal.
        El Planeta ya tenía sala de redacción: mi casa y siguió circulando durante un par de semanas. No siempre los vecinos tenían cincuenta pesos, así que en algunos casos teníamos que regalarlo.
     La naturaleza sepultó a mi diario. Justo cuando nos preparábamos para una edición especial con una amplia cobertura en Penco del aniversario del Combate Naval de Iquique, el proyecto se truncó para siempre. Ese 21 de mayo de 1960 sobrevino el terremoto. Aterrados por el fenómeno ni mi ayudante ni yo tuvimos ánimos para nuevas publicaciones. Peor aun, al día siguiente vino el movimiento más fuerte y esa noche tuvimos que arrancar a los cerros temerosos de una salida de mar. Fue tal el trauma de los efectos devastadores de los sismos, que el juego terminó. Y desde entonces El Planeta no volvió a circular, aunque haya amigos que aún recuerdan la tinta fresca y entretenida de sus historias.

Tuesday, December 07, 2010

VERDADES DE VARGAS LLOSA EN EL NOBEL 2010




         El siguientes es una selección de párrafos del discurso ELOGIO DE LA LECTURA Y LA FICCIÓN, con que Mario Vargas Llosa recibió el Nóbel de Literatura 2010.


LA PATRIA


     «La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver». 

LA LITERATURA


     «La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos».

LUCHADORES POR LA LIBERTAD

     «Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra».


LA MEZCLA DEL PERÚ


     «Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de 'todas las sangres'. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas! »

ESCRITORES TRISTES


      «Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso ─triste consuelo─ descubriría algún día la posteridad».