Tuesday, May 12, 2009

SE DETUVO LA PRIMERA PLANA DE QUINTÍN

Quintín Oyarzo
     A Quintín lo conocí en Concepción durante los duros años setenta. Orgulloso, me dijo que provenía de Puerto Montt y que quería radicarse de lleno en la ciudad penquista. Así lo hizo y en los comienzos del régimen de Pinochet trabajó para la Iglesia en su fuerte que eran las comunicaciones.
     Quintín Oyarzo era de estatura baja, ojos grandes y saltones. Buena labia y harta pasión para abordar cualquier tema. Cuando exponía, se atropellaba en el hablar, porque parece que pensaba más rápido de su capacidad oratoria. Enfrascarse en una conversación con él significaba que podían pasar horas.
       Cuando me trasladé a Santiago, lo perdí de vista. Luego de mucho tiempo me reencontré con él en la capital. Vivíamos cerca, pero nunca nos visitamos. Una vez en el fichero del supermercado vi un cartelito pequeño firmado por él en que ofrecía clases de redacción y cosas del periodismo.
     Para entonces Quintín ya no estaba en un medio formal, había creado su propia empresa de comunicaciones y editaba un diario Primera Plana, que distribuía a través de internet. Una vez me visitó en mi oficina y me pidió si él podía incluir en Primera Plana los artículos que yo escribía para este blog. Le respondí que sí, con la condición de incluir la procedencia. El asunto funcionó por un tiempo. De paso me motivó a que publicara en impreso estos artículos, que serían de interés para estudiantes de periodismo.
      Quintín me remitía todos los días, los servicios informativos que él elaboraba imagino en arduas horas de lectura y escritura, hasta bien avanzada la madrugada. Un servicio completo, enjundioso, para quedar informado de todo.
     Yo revisaba su material diariamente. Hasta que un día dejé de recibirlo. Cuarenta y ocho horas después supe la noticia de su muerte. Por eso puedo decir que Quintín murió trabajando. En mi correo electrónico tengo su último despacho periodístico. Se quedará ahí para siempre, como testimonio de un amigo que cultivó el bajo perfil, pero que dio muestras de fortalezas en su trabajo profesional y de un amor fuera de lo común por el ejercicio del periodismo... hasta el último día.

ES CIERTO: A LO HECHO, PECHO


        Debemos prestar atención a nuestra última voz interior, que nos da su opinión desde lo más profundo del pensamiento. Antes de tomar una decisión, a veces difícil o con poca información, nos hacemos consultas y finalmente actuamos. ¿No le ha pasado a usted que justo en el instante en que decide la acción, alguien le habla desde alguna parte del cerebro? ¿Sí?
         Lo que ocurre es que esa voz que es la de nosotros mismos  nos habla con la experiencia. Es la tincada, la campanilla de la alarma. Es la intuición, que, a nuestro pesar, muchas veces pasamos por alto. Cuando tomamos una decisión complicada solo con la razón, dejando de lado esa voz intuitiva que escuchamos a lo lejos, corremos el riesgo del error. Y a veces, sucede.
      Como me ha ocurrido en muchas ocasiones, opté por darme el tiempo para oír esa voz, cada vez que estuviera enfrentado a una decisión compleja. Es así como la escucho y la pondero. A veces también la dejo de lado y actúo. Solo de se modo, habiendo oído conscientemente la alarma, asumo la plena responsabilidad de mi acción. Así, si sobreviniera el error, ya no me atormento por no haber prestado atención, sino que me hago cargo. Como dicen los estudiantes de leyes de la Universidad de Concepción: a lo hecho, pecho.